Lo mejor para comprobar las
diferencias no es verlo, es sentirlo. Vivir el abrazo del momento en nuestra
manera de concebir, con nombre y apellidos. Porque los abrazos aquí tienen la
fuerza de Hércules y la dulzura de la vieja Híspalis. Papelones de abundancia
en nuestra sociedad ó papel de traza donde se olfatea los manjares de esta
Sevilla inexorable con delicias que nos da la vida, no solo comestibles.
Oír por callejones la voz suave del
metal que despierta desde el arrabal, es el cimbreo difuminado construyendo los
nuevos días impregnados de la nostalgia. Cada casa abre sus puertas para
recibir la Esperanza, es lo que tiene estar en final de año, pues hace del instante
una poderosa esfera derretida por un cirio, que sigue encendido con la palabra
espera.
Embebidos por la muleta de la FE,
hace sacarnos trazos de pasión en estos tiempos Navideños, dibujando sobre la
arena dorada del sentimiento lo que nuestras manos toca, hasta que llega la
gloria. Es la intimidad del invierno con las ventanas siempre abiertas para ver
como se enamora de manera viceversa. Asómate a esta fría reja, como si fuese un
romance de época, con unas coplillas de fondo que pasan pero no pasan, pero te
dejaran huella.
No tengas prisa, como lo hace el
sol en enero, que la humedad en las largas noches hace espliego en reuniones. Fragancias
que atormentan todos los males. Frio que se hace cómplice de nuestro sentidos,
con candelas encendidas hechas brasas que iluminan con la misma intensidad que
unos candelabros de cola, unos respiraderos de plata o una candeleria totalmente
encendida.

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