Recuerdo aquel rincón del patio en el callejón de Sevilla
donde mi sentidos se desnudan, yo a solas, sentado en el rebate peldaño de
mármol con la vela de mis pensamientos echada, sumiendo el ambiente en una
fresca media luz.
Divagábamos por este tiempo más veraniego que primaveral
intentado sortear la escasez del todo consumido, aspirando al milagro. Llega el
Corpus como colofón a la ilusión del cofrade y el taurino, al sevillano de a
pie. Ya ha pasado todas nuestras fiestas
y queda el acto más solemne que nos introduce en el verano tiempo de reflexión.
Vivir la llegada del santísimo Sacramento y con dicha festividad se vivía en la
maestranza siempre una tarde antológica de toros. En esta ocasión una novillada
que promete a posibles figuras del toreo, próximas alternativas a matadores de
toros. Con la terna de Diego Bastos, Javier Zulueta y Manuel Roman.
Sevilla en su dia mas especial que sigue conservando como es
el día del Corpus, la llegada de Dios a la tierra. Sus calles se engalanan para
la llegada y descubríamos la ilusión en el alumbrado multicolor, nos
sorprendíamos viendo como ascendía la densa temperatura y fervor. Con una ciudad
que sigue conservando los valores, como escaparate para el resto del mundo.
Porque nos aspirábamos más que a la obtención de la
felicidad.
Recorrer las calles viendo los escaparates, con altares improvisados,
sentir el romero, virar una esquina y sorprendernos con el canto de nuestras
tradiciones que se deleitaba en su actuación porque esperaban más
reconocimiento que la sonrisa complaciente de sus eventuales espectadores,
bastaba para entronizar la dicha de nuestros ritos.
Tiempo de cruces de mayo, velás de hermandades para fraternidad del mismo y con
ello buscar ese itinerario que la memoria nos dicta, aun queda ese camino
sentimental al que nos lleva el verano donde Sevilla se convierte en un pueblo observando
que no pasa el tiempo. Como si fuese el siglo pasado estarán los mínimos para
vivir el tiempo de Gloria con el tiempo Carmelita de julio.
Ahí más de uno intenta envolver esa nostalgia de un tiempo que se fue y
que yace en el espíritu de la antigua Híspalis, reconfortar la ansiedad que
promueve y decanta esta sensación que nos hiere porque se marchó. Porque
quedaron presos en las mentiras alzadas por quienes nos desconocían y
envidiaban. Dejando vender algo tan inmaterial, como nuestra manera de ser.
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