Un año atrás se anunciaba en la capital de Ecuador, en su coso de
Iñaquito, corridas de toros sin muerte, resutado del refereéndum
convocado por el Gobierno de la Nación que, mientras en determinados
cantones, muchos de ellos a escasos kilómetros de la capital, mantenía
la lidia y muerte en la plaza, en Quito se impuso por escaso margen la
opción que mutilaba el rito y en virtud de ella se eliminaba la suerte
suprema.
Y hasta allí se fueron un buen número de toreros
españoles, alguno primera figura, mientras otros se negaron a participar
en lo que consideraban negación de la turomaquia como rito sacrificial
que culmina con la muerte del toro en la plaza. Quienes fueron (y
determinadas voces de lo taurino) argumentaron, por contra, que de lo
que se trataba era de mantener el fuego de la Fiesta a la espera de
tiempos mejores. Aquella feria, que contó con menor asistencia de
público, se vivió (según contaron las crónicas) con pasión
reivindicativa tanto en el tendido como en el ruedo, como la cogida de David Mora
quien, al reincoporarse felizmente sin herir, clamó ¡aquí se muere de
verdad!. Gritos de libertad, pancartas, enfrentamientos, tensión... algo
que, a oceánica distancia, recordaba y mucho los últimos años de la
Monumental de Barcelona: el toreo distorsionado.
En aquellos
días, quien esto escribe, recordaba que en el proceso abolicionista
catalán hubo voces que pusieron sobre la mesa la misma opción
ecuatoriana, es decir, la corrida de toros sin muerte en la plaza.
Algunos, en el Parlament, llegaron a ponerlo por escrito y en un trís estuvo
que no se sometiera a debate y si no prosperó fue porque desde el
activismo de los aficionados catalanes (sí, de los aficionados) se les
hizo ver que aquello no era sino un disparate añadido a otro.
En
Catalunya estamos como estamos, ya saben, pero a la vista está que
quienes cedieron en Ecuador (con la mejor voluntad, por supuesto) no
hicieron sino contribuir a la aceleración de un proceso predeterminado y
que nunca podremos saber si de haber optado por lo contrario (sin
muerte del toro no hay corrida, no van toreros) ahora no estaríamos
hablando del final de la feria quiteña. Las explicaciones de los
responsables, entre ellos el español Sancho Dávila hablan
de presiones de todo tipo, físicas incluidas, inevitables problemas
económicas y, bajo y por encima de todo ello, la firme determinación del
gobierno populista e indigenista de Rafael Correa de
acabar con una Fiesta presentada (desde la manipulación más burda e
interesada) como símbolo de la conquista española de cinco siglos.
Por
cierto, aprovechando su estancia en Cádiz con motivo de la Cumbre
Iberoamericana, alguien le debería hacer llegar el libro financiado
por la Fundación José Tomás que hace unos día presentaron el autor, Guillermo Boto,
y el propio torero, que explica algunas de las claves culturales de la
Tauromaquia. Los toros como signo relevante de la cultura criolla estaba
en la reivindicación que un numeroso grupo de intelectuales peruanos (Vargas Llosa, cómo no, pero también autores como Alfredo Bryce Echenique o el director de cine Francisco Lombardi,
inequívocamente de izquierdas) presentaron, el pasado marzo, a favor de
la Tauromaquia , muerte del toro incluida ( a la que añadir eso del
impacto económico, que en una feria como la de Quito es de gran volumen)
pero todo ello, como se acaba de demostrar, ha chocado con la dura
realidad y la beligerancia del poder politico que, como en otros lares,
disfraza sus autentícos objetivos: en este caso, los relativos a los
intercambios económicos y los intereses de la Administración en ellos
son de especial relevancia.
En un bucle que se repite, a la
violencia de los antitaurinos ¿eh Anselmi?, estratégicamente situados en
las esferas del poder político , deudor de vaya usted a saber qué
pactos y con éste ocultando sus dictatoriales leyes bajo la máscara de
una democracia prostituida, el toreo responde o desde la torpeza, tarde y
mal. Ahora , desde el empresariado se clama por una unidad que, en su
momento, cuando aún todo estaba por frenar, acaso por ganar, nadie supo
dar el paso para conseguirla. Y , así, poco a poco, la Fiesta se
desangra (Barcelona, San Sebastián, Venezuela, Colombia, Ecuador...) por
las venas abiertas del cortoplacismo, el oscurantismo, la falta de
voluntad unitaria, la nula capacidad de reacción y la endogamia de un
sistema (el taurino) que o se reinventa o muere. Y la Fiesta con él.
Abrimos una ventana a nuestras antiguas costumbres y ritos de la ciudad de Sevilla
viernes, 16 de noviembre de 2012
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