Funde el albor a plétoras,
aunque se tracen las sombras, sentirás cómo el alma se ve desbordada por los
clamores y las gracias que se transmiten desde la gracia de esta ciudad. Si
miras, la encuentras. Sólo ella es eterna, sólo en ella se recoge en los garbos
que otorga las filigranas de esta tierra donde nos colma el espíritu.
Cuando vuelvas la mirada,
cuando retomas el camino de vuelta y regreses como cada año al sendero marcado
por los que nos antecedieron en este peregrinar y la mano consagrada nos
imponga el signo de la trivialidad existencial, siempre encontrarás su
consuelo, siempre aliviando la pasión, encontraras tu ser, que se baña en la
nostalgia y alegría.
Vienen los sonidos con sus
silencios a refrendar lo enigmático, que nos avasalla cuan que nos engrandece,
que no nos esclaviza, sino que nos libera. Vienen estos recuerdos a
confirmarnos nuestra condición mortal, a rubricar con la evidencia de lo
efímero, como el regocijo con la pena. Es cuando nos conduce a sentirla vida de
nuevo. Sus colores, sus formas y el ímpetu cambian del verbo prometer a
saborear con el espíritu.
Así nuestras tradiciones
en cada primavera no cambian desde el siglo XVII como es el traje de luces y el
capirote. Para nuestras fiestas primaverales. Mismo concepto diferentes formas.
Y así lo anuncia puerta Carmona con su forma más clásica y referencia de la
ciudad.
Este capirote expuesto a
los entresijos y secretos del ambiente de Sevilla es el calendario que va
marcando la pauta, los tiempos de los cultos, de la entrega de papeletas de
sitio, entradas de los toros o el abono taurino, de recogidas de túnicas a las
que habrá que echarle el dobladillo porque el niño ha pegado un estirón, de
sonidos y silencios, de aromas y sahumerios distorsionando la realidad con su
velo etéreo para convertirla en fugaz encanto, en ensoñación, a música armónica
de cornetas, a los tarareos de Vía Crucis con la cadencia de una marcha de Font
de Anta.
Los hábitos de nazareno
tienen sus raíces en el Siglo XV, cuando diversas órdenes religiosas adoptaron túnicas como símbolo de
humildad y penitencia. El capirote y antifaz, sin embargo,
fueron introducidos posteriormente por estar muy relacionado con la penitencia
de los pecados en la religión católica. Herencia de la época de la Inquisición.
Precisamente aprovechando ese significado penitencial, las hermandades religiosas de
Sevilla decidieron adoptarlo en torno al siglo XVII para sus procesiones (aunque
algunos historiadores apuntan a que su uso era incluso anterior). Esta
costumbre se extendió rápidamente por el resto de España y acabó por ser parte
fundamental de la vestimenta nazarena. La forma cónica del capirote alude al
acercamiento del penitente al cielo y la tela que cae sobre cara y pecho, el
capuz, sirve para ocultar el rostro y preservar la identidad del penitente.
En el siglo XVII, aparecen los
primeros trajes de torear…El toreo comienza a considerarse una profesión, en
especial en los toreros navarros y andaluces. Empiezan a diseñarse trajes
especiales ya que las cuadrillas de toreros los utilizaban para
diferenciarse del resto de bandas. En el año
1730, los toreros eran vestidos por la Maestranza de Sevilla.
La vestimenta de los toreros comenzó a ser de color
granate con galón blanco, considerado el uniforme oficial de la Maestranza
durante más de 60 años. En 1787 el
maestro Costillares revolucionó la vestimenta. Durante una corrida la
cuadrilla de Costillares vestía un traje de color verde, con galón de plata
brillante y con hojuelas de plata para las costuras. Esto incluso fue
retratado por el gran pintor Goya. Los materiales del traje de torero
fueron sustituidos por la seda años más tarde, siendo el material utilizado hoy
en día.
Nuestras tradiciones como son la Semana Santa y los toros sin
memoria no existe. Es otra cosa. La memoria hace a la Semana Santa, como el
antifaz al nazareno y la barrera de la plaza al buen aficionado. Nuestros seres queridos,
quedarán siempre ligados como dijo Isidoro Moreno en su libro sobre el análisis
de nuestras costumbres con el ventanal desde donde se depositaba la transmisión
de nuestros ritos, es gracias a nuestras madres y abuelas que transportaron el
buen gusto de esta ciudad.
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