Llega el tiempo de encendedores de cirios, candelerías, altares,
hachones y candelabros… Nadie se acuerda de estas nobles personas que cuando
sopla el viento y no solo me refiero atmosféricamente, siempre son ellos los
encargados de dar luz a nuestra pasión.
Cuantas promesas e historias hay detrás de cada mecha encendida. En
este tiempo de espera todo se vuelve mas intenso al realizar el gesto de
encender la llama que nos lleva al eterno deseo de nuestro ser.
Durante los cuarenta días de la Cuaresma, las
iglesias de la ciudad donde radican cofradías se llenan de barroquismo al
acoger los efímeros altares de cultos, auténticas máquinas escenográficas para
honrar a las imágenes titulares que durante estos días son el centro de
atención.
También altares efímeros que se montan en cada
casa…más se sigue conservando en los pueblos de Andalucía que apenas ha
cambiado a lo largo de los siglos introducida por los frailes Franciscanos en
el siglo XV: cada capilla suele rotar en un grupo de hogares (por eso se llama
«domiciliaria») de modo que pueda regresar al cabo de un mes al punto de
partida. El turno va de vecino en vecino siguiendo siempre la misma dirección,
y se procura que la capilla pase al menos una noche en la casa, de manera que
los miembros de la familia puedan «velar» la imagen.
Asimismo, ocurre en el mundo taurino, en
especial los días que los toreros torean en la plaza, crean su propio altar con
mil estampas y alguna imagen.
Cuando
iba de casa en casa, al llamar a la puerta se oía: «Ave María Purísima…» .Y
había cierta preocupación si pasaban los días y la Virgen no llegaba el día en
que la esperaban. En cada pueblo solían tener una oración para recibirla y otra
para despedirse. Cuando llegaba la imagen a una casa se hacía el recibimiento,
se abría la capilla y se le ponía una luz, que estaba hasta que abandonaba la
casa, y para la salida se realizaba lo relativo a la despedida.
Suele
colocarse la capilla en un lugar preferente, para que quede patente la
protección sobre el hogar y sea fácil acudir en oración. En el interior,
había unos libros pequeños en los que aparecían las oraciones que se les
rezaban que sirven para recibir la imagen y para despedirla.
La tradición se mantiene siempre con los mas pequeños cuando llega
la Semana Santa con esos nazarenos juguetones del fuego. La frase que te dice
el celador en la orejita en tono amenazante de: «intenta que no se te apague el
cirio» te la tatúas en el cerebro durante todo el recorrido de la estación de
penitencia. Miedo se siente en ese momento. Y si el tramo es de niños, por lo
tanto, esa persona debe tener una paciencia, pues además no solo debe que no se
le apague el cirio al pequeño, sino que no le prenda la túnica al que lleva
delante.
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