Velada mañana con riada de luz hacia cualquier sentimiento. Expandiendo por la arteria principal
por donde ha de transitar regato devoción que llega envuelta de nostalgia. Siglos
impregnando el color morado y verde Esperanza que van danzando en esta
secuencia intemporal que nos descubre a las pasiones que heredamos.
Sevilla
no quiere adeptos, quiere a amantes que se rompan la camisa. Porque solo el
misterio nos hace vivir…y Sevilla es misterio.
El
sentimiento mas terrible es perder la Esperanza, por ello en esta Ciudad se
respira en cada esquina. Y asi esperando en esperanza, el nudo se deshace y la
fruta madura. Sabiendo que la soledad es la gran talladora del Espíritu. Pero
nos alivia su fruto cuando tu armonía se hace carne, Tú eres el resumen genial
de lo lirico. En ti duerme la melancolía, el secreto del beso, llanto y el
grito desesperado.
A quien
dices el secreto das tu libertad, sin poder arrancar un suspiro lleno de
quimeras en la dulzura infantil de la mañana quieta.
Si la
Esperanza se apaga y la Babel se comienza, ¿Qué antorcha iluminara los caminos
de la tierra?
Quien
supo entenderlo a la perfección fue José Sebastián y Bandaran. Fue toda una figura en el mundo de las
cofradías durante
gran parte del siglo XX y en este mes hace 50 años de su fallecimiento.
Sacerdote, canónigo de
la Santa Iglesia Catedral de Sevilla, capellán de la Familia Real, Director de
la Real Academia Sevillana de Buenas Letras y director espiritual de varias
hermandades. Actualmente en la ciudad cuenta con una calle y con un centro
educativo. Convivio con el pueblo, lleno de humildad, regocijando del legado.
Perdía
la vida el 21 de noviembre de 1972. Actualmente sus restos están enterrados en el
presbiterio de la capilla de los Marineros, la sede canónica de
la Esperanza de Triana. Sus restos fueron exhumados y depositados en la
corporación de la Madrugada el 28 de marzo de 1987.
Era
un fiel devoto del Señor de Pasión, del que fue camarero y donde
apuntó como hermano al Rey de España.
Salió de nazareno mucho tiempo en el Silencio y
ocupó el puesto de director espiritual de la Esperanza de Triana, siendo uno de
los impulsores de la capilla de los Marineros, lugar donde descansa.
Sus
hermandades le otorgaron las respectivas medallas de oro, le
nombraron teniente honorario en el Museo, y hermano mayor honorario en el
Cachorro, el Valle, la Estrella y Santa Cruz.
A
lo largo de su vida fomentó mariano y abarcó ciertos aspectos del gobierno de las
hermandades. José Sebastián y Bandaran se involucró en la
restauración y reorganización de hermandades tras la Guerra Civil. Era el
encargado de entrar de lleno en las cofradías para hacer cualquier
intervención.
En
1921 ejerció como fiscal en la Macarena y la comisión
administradora de su centuria. Medió para que el azulejo de la Virgen estuviese
en la puerta de la Macarena, es decir, el arco. Aconsejó a la hora de guardar a
la Virgen del Amparo durante
la Guerra Civil, ayudó a conservar las imágenes de la Magdalena, estuvo en la
reorganización de la hermandad del Santo Entierro, así como de otras muchas.
Ya está
nuestra memoria desafiando las orillas donde se recoge el hilo sentimental que
nos trae la nostalgia. Pasan los elegantes penitentes con su caminar pausado,
receloso porque el camino se acorta y la dicha se transmutará en ese vacío
demoledor que se anclará a las almas. ¿Quién no quiere vivir en esta dicha
eternamente? ¿Qué Sevillano no es feliz sabiendo convivir con la esperanza, que
hace honor a nuestra fe? Bajo el antifaz reside la alegría, este sentimiento de
alborozo que mantiene el poder para destronar al cansancio de una vida. Los
cirios son vivo testimonio de las horas que se han ido pausando durante el año,
luz que ha ido señalando el camino y que ahora el sol, radiante, esplendido,
sereno, impetuoso nos trae de nuevo diciembre e impaciente se ha empeñado en
dar el merecido relevo para que el tronco cerúleo busque una nueva quimera.
Huracán de emociones devasta la escasa fuerza que resta en el alma. Las
promesas, las peticiones, los recuerdos, los sueños, los agradecimientos, los
rezos, las oraciones, los silencios, las miradas, los sentimientos, el llanto,
la añoranza, las presencias se van materializando en el aire, lo taladran
buscando Su mirada, deseando que el instante no pase, que esa eternidad, que se
concentra en doce segundos, se empape en el alma. La espiritualidad, el mismo
Dios, se presenta así con nuevos deseos. Nuevas Esperanzas.
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