jueves, 29 de junio de 2023

Canela y romero

 

He buscado tu luz, pasos, rumor, alcoba y voz en las calles entregadas a la pasión con flores que sueñan el cielo. Soledad en tus clausuras de verano. Que pregona el jubilo en oración. Sin consuelo con candor corazón al vuelo. Abolengo terciopelo alado de una reja labrada en el alma de los tiempos.

Sevilla siempre fue canela y romero. Hay una hermandad que desarrolo esa invocación calé al Cristo de la Salud y a la Virgen de las Angustias: «Canela y clavo». ¿Fue acaso el capataz Gallardo, en una de sus arengas líricas a la cuadrilla de palio antes de una levantá del paso de la Virgen? No se olvide que, en ese palio, a la altura de la plaza San Pedro, fue cuando El Penitente, mandando la levantá, animó a sus peones a que la dieran con tal fuerza que, como había tranvías y por allí pasaba el de la Cruz del Campo, fueran «¡A los cables con Ella!».

A lo que como ya hasta un retablo de cerámica recuerda en el lugar, el costalero Ricardo Gordillo «El Balilla», que iba igualado de patero, respondió con un improvisado grito que fue como una oración. La mejor oración nunca rezada a la Virgen gitana desde el costal, la faja y las alpargatas: «A los cables, no, ¡al Cielo con Ella!».

La chispa e ingenio de la Sevilla del siglo pasado, en gran medida la aportaba la raza calé. Siempre con sutileza y arte marco los tiempos de una Ciudad grande y llena de gracia.

Pero en esa Insignia de las fragancias que trasminan el arte gitano, faltaba otra olorosa planta mágica y aromática, que cuando se quema se lleva lo malo y trae lo bueno: el romero. Precisamente bandera de estos parámetros es  Curro Romero o a Primo Curro Romero, según la generación que lo miente con el cariño de la misma sangre.

Curro es canela y clavo cuando la gente iba camino de la plaza de los toros el Domingo de Resurrección con ramitas de romero en el ojal de la solapa, como si fuera el escudo de la hermandad. Y junto a los del Faraón, los nombres de esos flamencos de canela y clavo: Lebrijano, Poveda, Pansequito, Aurora Vargas, Marina Heredia, Eva Yerbabuena, José de la Tomasa (que fue aguaor del paso de Cristo), Paco Cepero, Paco Suárez y Rancapino hijo.

Sevilla no debe olvidar sus raíces y saber cual ha sido siempre su mayor potencial. Yo he visto a Curro Romero, que no es ningún beatón, sino hombre de sentimientos, emocionarse hasta la lágrima viendo entrar al Cristo de la Salud un viernes por la mañana. Su Cristo. Porque es el de los Gitanos. Los suyos. A Curro Romero le pasa como le ocurría a Lola Flores, que, sin ser gitano, ni cuarterón, ni cuchichí, los gitanos lo consideran uno de su raza, porque tiene sangre de reyes en las palmas de las manos que cogían el capotito tan cerca de la esclavina.

El pellizco en el alma siempre lo da esta raza que debe de ser potencial en esta ciudad tan dormida. Constato que se lo sigue dando. Con tanto arte como sus hermanos gitanos. Canela y clavo. y Romero. Y Sanseacabó.



martes, 20 de junio de 2023

Tiempo dormido entre flores

 

Memoria, vida y sombras que perfuman el silencio del verano, glorioso esparto donde estalla el damasco y la buganvilla. El invierno se inclina como dijo el poeta en la distancia o quizás como los buenos toreros citando de lejos.

Los recuerdos en el salón donde la esperanza y el olvido hacen sordina desierta de naufragar en el cautivo calor donde las madejas del aire florecen en cinta.

Compas de una ventana abierta que retumba en el sentir del sur. Bajo el peso aromado de añil doblada en la esencia de su reja. El misterio descalzo y con su alma llena. Artesanos de luz y paciencia. Devolviendo la dicha de nuestra vida.

Llega la luz de un largo atardecer de este junio tan caluroso que está esperando las lágrimas de San Pedro. Cita donde Sevilla reinicia su partida entre asombro de jardines, sorpresa de esquinas, tiempo detenido, donde se oyen las campanadas de cualquier torre como voz  cegadora en un recuerdo de fusiones mágicas.

La vida pasa de forma discreta, mostrándose serena atrapada en  callejon con su silla de enea. Dejando su huella sin nunca despedirse, pues siempre te espera, mientras nosotros en cosas baladíes. Humildes buganvillas sevillanas, dentro de las murallas,  junto a espadañas gloriosas y torres triunfales,  junto a palacios y a conventos, surgiendo al pie de la torre que pregona su fidelidad diciendo en latines que la más fuerte de todas es el nombre del Señor.

El verano es ilusión como los chavales jóvenes que debutan en la Maestranza por mor de su sueño. Dibujando sus perfiles en versos. Rostros de amor eterno. Cuando la brisa incesante borra los nombres,  acto seguido se arrepienta de esa humildad, citando en su soberbia al Libro de los Proverbios. Vuestro mérito, humildes buganvillas sevillanas, es que me habéis emocionado cuando os he visto relucir con mas fuerza cada primavera en gloria del paraíso de los arriates, con un viejo sabor de tranvías perdidas melodías que nuestra juventud aún está buscando entre medias combinaciones y tardes de ensueño.

Atardeceres tranquilos como preámbulo. Los nardos tropicales que estallan como fuegos artificiales en honor de nuestra Virgen de los Reyes. Las virreinales, azules, jacarandas; las blancas acacias que de América vinieron, como de Australia llegaron las amarillas que alfombraron estos días las aceras de la calle San Jacinto. Todas las flores de todo el mundo las hizo suyas Sevilla.

Quizás en otras partes del mundo nunca tengan más fuerza por su belleza…nardos, azahares, magnolios y jazmines dando color y calidez, pero aqui forman su majestuosidad de forma tan diversa que hacen de Sevilla que sea única por bandera.

Pues como dijo Andres Vazquez en su libro, “Sevilla en flor” esta ciudad brota prendida en llama de fervor espiritual cuando un ramillete de lisonjas gloriosas hacen reforzar nuestras costumbres. Y Sevilla sabe redimir de forma perenne la diestra de cada momento para que se llenen de vida. Al arrebato de tañer unas castañuelas para embriagar el ambiente.

Gremiales del viejo tiempo que siemre buscan nuestras Fiestas primaverales. Animos indecibles e invencibles en el perfume entreverados en una noche de verano como vetas de nuestro ser.









martes, 13 de junio de 2023

Sevilla, eterna gracia

 

El alba y su liso recelo

Aroma que sueña con primavera

Nimbo para cada cosa

Que fija la medida precisa

 

Todo tan desmedido como lógico

y la blancura dibuja su fantasía

sobre las musas del desaire

saciado el amor como novela.

 

Se abre la luna de mi infancia

 Alumbrando fiestas en tradición

y el ramaje movible del arte.

 

 la piel de unos ojos en el verso

tibio cielo en la tarde, aquel año

Luciendo el capote del recuerdo


Sombra de añejo oro pulido.

 

Hoy es mi pasado, alejando lo preciso

remembranza al aire libre

el amor que este tiempo baila

Llevando el azogue en memoria.

 

Sólo quiero ver girar el arte

El silencio vistiendo la musa

La magia en sonrisa caudal

El son como loco imposible.

 

Oración de pardo vuelo

La sal bailando en fragancia

ese beso tan grande del duende

que sepulta lo ciego de mi pena

En la noche pasmada por ti.


Ahora que esta la ciudad sosegada y en calma, echo de menos todo lo vivido y otros tiempos. La ciudad nace eternamente cada mañana. Porque empieza la larga metáfora de la vida del hombre en la ciudad con sus tradiciones. En esta Sevilla tan eterna y con tanta vida hay, que hoy por la mañana es como si la ciudad embarazada saliera de cuentas, las cuentas del largo embarazo primaveral que han ido llevando los amantes de los ritos sobre los mostradores de los bares de nuestra ciudad.
Si echamos las cuentas de nueve meses atrás, veréis que la ciudad debió de renovar sus sueños una mañana de junio, con romero, cuando estaba Dios por la calle entre campanas. De tanto amor por nuestras cosas que hay en la mañana del Corpus habría de empezar a cobrar vida un ser en nuestro interior, para buscar con desdoble las musas de nuestras tradiciones.

Empieza el ciclo tan fugaz como la vida.

¿Sabéis por qué hay tanta vida en Sevilla? Sí, en parte porque Sevilla estrena la vida cada mañana para prepararse de sus fiestas, vivendolo en constante visperas. Todo está siempre preparado para que las plazoletas de los barrios estrenen las manos de albero dibujando un corazón. La ciudad estrena muchachas, las muchachas estrenan amores, los amores estrenan caricias, las caricias estrenan fragancias. Se avecina después el frio invierno donde nuestras abuelas nos enseñan el calor de la familia y sus sobores cuaresmales. Y mientras esperando en los barandales están los rojos damascos.

Ahora que la ciudad está sosegada y en calma, también me acuerdo de la memoria de los que construyeron este gozo. Lo alzo en bandera artistas como s maestro Farfán y suenan Campanilleros. Lo pongo sobre la silla del Pali en la calle Aduana y pasan las cuadrillas que tienen fuerza con gracia sonando una sevillanas. Lo pongo sobre los versos de Rodríguez Buzón y vuelven a mecerse las bambalinas por Caballerizas. La Sevilla en flor de José Andrés Vázquez, o buscando la verdad profunda de esta tierra con Antonio Núñez de Herrera, los pongo sobre la memoria de Manolito Sánchez del Arco. Juan Manuel Rodríguez Ojeda, y su revolución. La voz perdida por las calles del gran capataz Rafael Franco o Manolo Santiago, terminando con la Soledad en mi soledad de Joaquín Romero Murube.

Echo en falta en la sociedad actual esos valores inculcados por grandes artistas y la chispa, magia y arte del momento con personajes que pasaron a la historia y que en la sociedad actual no tienen cabida o se difuminarían por tener que ser todo tremendamente correcto y medido. Cuando Sevilla nunca tuvo medida y esa era su gracia.




Capirotes

  Funde el albor a plétoras, aunque se tracen las sombras, sentirás cómo el alma se ve desbordada por los clamores y las gracias que se tran...