En esta ciudad todo se hace de una forma especial. Cualquier detalle por insignificante que sea, se realiza con sutileza. Sevilla sabe conservar el legado, las formas, el estilo, el duende y la magia envuelve los momentos.
Da igual
cuando leas esto, pues si te vistes en Sevilla alguna vez lo sentirás. Y para
los parroquianos mas de los mismo. La sensación de vestirte para Sevilla hace
embrujo en nuestro ser.
Disimular
con sutileza, pero el alma ensancha cuando realizas el rito de vestirte para la
tradición de esta, tu ciudad. Rito y costumbre en todos sus ámbitos. Hay quien
se viste de nazareno, mantilla, costalero, flamenca, rociero, taurino, tuno, de luces…
o simplemente un día anónimo, pero para ti especial. Todos vuelan con la misma emoción…
Por la
ventana comenzó a asomarse la mañana con esos colores característicos de la
antigua Hispalis. Durante aquella madrugada apenas pudo conciliar el sueño y su
descanso se vio alterado por un ir o venir del sopor duermevela, del letargo a
la vigilia. El tiempo parecía haberse detenido y el transcurso de las horas,
estancado en las manecillas del despertador que jugaban con su realidad
mostrándose extremadamente lentas, sin poder llegar a separar qué era cierto e
irreal en aquellas tinieblas que se obstinaban en alejarle de la dicha
anhelada. Quizas los mil sueños de sentir de nuevo a Sevilla e idealizarla a su
antojo.
Fue un destello mágico, como la fantasía
que se concreta de improviso para hacernos felices. Primero fue el vértigo,
lento y pausado, la nostalgia se había apoderado de toda la estancia en las
horas previas. Después, vencida ya rotundamente, la claridad de la mañana fue
anegando la totalidad del espacio hasta convertirlo en un vergel de luz y
colores, mostrando los detalles superfluos, el viso dorado del aldaboncillo de
la puerta del ropero, el brillo exultante de la madera barnizada, el albor de
los visillos, pasadores, azulejería, azoteas y patios para moderar la
intensidad de la luz .
Con la venida de aquella primera
luz del día, el cansancio se fue diluyendo en la alegría, ensueño, sueño y
soñado día se transmite con incontenible júbilo Desde la cercana parroquia
llegaba el repique glorioso que anuncia la mañana.
Colgada del raíl del antiguo
ropero o sobre la cama todo preparado, , aquel ropaje con el que se investirá,
recordando el rito de sus mayores, devolviéndole la memoria a la memoria que
habitó en otros, en poco menos de unas horas para la realizar lo más ansiado
sentir Sevilla de nuevo, todo esto cobra más sentido después de esta pandemia
que ha roto ritos de varios siglos.
Se cincela una sonrisa en su
rostro que ya no habrá de abandonarle en siete días, toda una eternidad aquella
mañana o tarde, toda la vida en un instante, para contemplar y compartir las
sensaciones, a deshojar la sensibilidad que ya comienza a desmembrar en su
conocimiento, implantándose en el alma.
Su entrega sin límites, reviviendo
en su memoria aquella tarde o mañana de ensueño, la de aquel día señalado, en
la que descubrió su pasión, sentir de nueva vida que requiebra doble si la que todavía
te viste o te acompaña es con tu madre de la mano.
No
es el tiempo, es la nostalgia la que nos vence, la que nos muestra su poderío y
nos domina en el recuerdo. Los años solo son la consecuencia de nuestras
aventuras, de la valentía conservando los ritos de forma ceremonial. No es la
edad derramada sobre los raíles de la emoción, ni el afecto desmedido
despeñándose por la ladera de la emocion, ni los instantes que se quedaron
prendidos en la esquina donde te ví desaparecer. Eres tú conservando los sueños
ante los hechos inesperados, la reacción del destino, por su albedrio y
capricho, pretende interferir para transformarnos el futuro, para diseñarnos
una existencia y esclavizarnos en sus afanes y voluntades. Cuando te vistes en
Sevilla, dices si a las tradiciones. Y a nuestra forma de sentir.