Los
amaneceres del Viernes Santo hace casi un siglo. No es cuestión de relativismos, flaco favor haríamos a
la Semana Santa, pero nunca está de más mirar al pasado para saber afrontar el
futuro.
Año
1923. Tiempo de inestabilidad
política que acabaría desembocando en la dictadura de Primo de Rivera y
tiempo de eterna espera de la Exposición Iberoamericana. Tiempos de
reinvención de la mejor Semana Santa y tiempos de crónicas libres por
un periodismo que llegaba a crear la mejor literatura al olvidarse de estrenos,
coreografías del costal y relojes y tiempos de paso. Generación del 27
anticipada y crónicas que, desde fuera, llegaban a entender algo de lo de
dentro.
Página
en ABC del 3 de abril de 1923
El
martes 3 de abril, el afamado crítico taurino Corrochano, que llegó a
asistir a la muerte de su admirado José Gómez Ortega “El Gallo”, Joselito
gran propulsor de la Hermandad de la Macarena y que en estos días la familia de
“Sanchez Mejias” cuñado del diestro, ya que Jose no llego a tener hijos, han
entregado la túnica que vestia cada madrugada del Viernes Santo. “El Gallo”
enterrado en el cementerio de Sevilla, se erigió un monumento como panteón El
grupo escultórico se considera una de las grandes obras de Mariano Benlliure.
La obra realizada en bronce y mármol de Carrara, representa el cortejo
funerario del torero. El cuerpo del difunto, que es portado a hombros en su
féretro, está tallado en mármol para resaltar así la figura del torero. El
resto del trabajo en bronce parece ser moldeado en barro.
En la
escultura aparecen representados diversos personajes de la época como Rafael
Gómez El Gallo, hermano de Joselito, su cuñado Ignacio Sánchez mejías (ambos
enterrados en el mismo lugar) así como Eduardo Miura , lo que constituye una
licencia del autor , toda vez que el mismo falleció tres años antes que el
torero. En la parte frontal, precediendo al féretro una mujer porta entre sus
manos una miniatura en bronce de la Macarena, Virgen de la que el torero era
muy devoto. Y la Virgen Macarena vistió
de luto el día de su muerte, siendo la primera vez que una dolorosa cubría luto
por una persona.
También
cuenta la leyenda, que en tiempos de guerra, fue allí llevada la Macarena y
enterrada o guardada, para que no sufriese la quema que se producía en las diferentes
Iglesias de la capital. Fue llevado por el cuñado Joselito El gallo “Ignacio
Sánchez Mejías” en una furgoneta de mármoles. Así mismo quiere la hermandad de
la Macarena coincidiendo con el aniversario de la Muerte de Joselito El gallo,
levantar en 2020 un monumento junto al
atrio de la Basílica, con la figura de José mirando a lo que era su casa.
Corrochano
firmaba en ABC de Madrid años después de la muerte de Joselito “El
Gallo” una curiosa crónica de la Madrugada (como
impresionista, llegó a ser definido por José María de Cossío) donde mezclaba lo
oficial y lo trascendente con lo pintoresco y lo popular. Un cuadro real de la
Semana Santa. Titulado «La noche de las saetas», sus
primeras líneas reivindicaban la importancia de la noche:
«Tiene
Sevilla una traza inconfundible, de estilo propio, de marcada personalidad…
Tiene un momento, la noche del Jueves Santo, que es lo más sevillano que hay en
Sevilla. Esta noche se recuerda al ausente con la misma pena que se recuerda a
un muerto: “Si estuviera aquí… Con lo que él disfrutaba esta noche”, y el
sevillano lejos de Sevilla se entristece como el que le coge la Nochebuena
fuera del hogar y sigue la ruta de la noche: “La una… Ahora sale la Macarena.
Las dos… en este momento se apagan las luces y se abren las puertas de San
Lorenzo para que salga el Gran Poder”. ¿Qué pasa en esta noche en
esta noche para provocar estas nostalgias? Yo no sé lo que pasa; sólo sé que no
soy sevillano y ya no podré pasar esta noche ausente de Sevilla.
Toda
la noche es una sucesión de promesas, de torturas, de autosugestiones, de
contrastes. En las calles estrechas de la Macarena, la Virgen ocupa toda la
calle. Hay un desorden alegre que nadie pudo ordenar. Pasan amontonados grupos
de capirotes verdes; luego, una larga espera; más tarde, los armaos con
su arbitraria interpretación de los centuriones… tiene como contraste el
encuentro con la cofradía del Nazareno del Gran Poder. Esta sale con
puntualidad, en medio de un gran silencio. No le acompañan músicas, ni hablan
los nazarenos -más de 600-que caminan solemnes, majestuosos, con el
cirio al costado. La muchedumbre, que se entremezcla con la Macarena y corta el
paso de la comitiva, no se atreve a interponerse a los nazarenos del Gran
Poder. Les infunde un poco de temor supersticioso esa marcha decidida, rítmica,
de avance, que caracteriza a los incógnitos penitentes de San Lorenzo…»
En
otros párrafos, Corrochano describía las saetas «con más fervor que voz» y
al cantaor «sobre el balcón de las Delicias, que se abre la camisa y
con el pecho desnudo, las manos crispadas y el pelo sobre la frente va
señalando momentos de la pasión con palabras ininteligibles…y se oye alabar “al
mejo de los nacíos” “al de los tormentos dobles y cuerpo apuñalao” “al que va
caminando con sudor frío y descalzo…”»
Saetas
carcelarias desde la prisión del Pópulo a la Esperanza de Triana,
que inspiraron las mejores marchas desde el interior de una cárcel donde se
podía oír «Carcelero abre la puerta, no nos escapamos, nos viene a visitar
quien también pasó tormentos…»
Pero
la madrugada es noche. De liturgia profunda y festiva al mismo tiempo. De
excesos. Y hasta de humor. «Este año uniformaron a la Guardia municipal
de manera suntuosa; los dorados entorchados, nuevos y flamantes, han llamado de
tal manera la atención, que a estos guardias los llaman guardias de cuota. Un
borracho alborotador se vio amonestado por uno de estos guardias, y
volviéndose al público, dijo: “parármelo, parármelo ahí, que le voy a cantar
una saeta…»
Exceso
de alcohol y otras escenas que hoy serían impensables. La descripción de las
burlas y la posterior bronca de los armaos fue interpretada
posteriormente por el genial Andrés Martínez de León en una
serie de dibujos que son todo un símbolo de la época. Trazos
sueltos para interpretar la escena narradas en la crónica: «Los armaos
tienen la vanidad puesta en su reluciente casco, rematado con un plumero, y en
su coraza, y caminan mirando de reojo a la gente, a quien creen pendientes de
ellos. La gente suele amargarles con lo que llaman puntaítas. Los
armaos no pueden resistir las puntaítas. Unos chicos se reían del
capitán, sin respeto a la coraza, ni a las diez plumas blancas del casco,
ni a la espada del jefe de la Centuria. Harto el capitán de los armaos, y
comprendiendo que su categoría no debía tolerar aquella situación, le dijo al
corneta de órdenes: Niño, toca a degüello. Y cayó sobre los
malandrines como hubiera caído Don Quijote. No hubo degüello pero sí
muchos palos»
Una
verdadera escena quijotesca que se completaría con rivalidades que
acabaron convirtiendo el rezo cantado de la saeta en una auténtica canción
protesta: «Una muchacha cantaba una saeta a la Virgen de la Esperanza de
Triana. Como la de la Macarena también es Esperanza, se confundió, y a
la de Triana también la llamó Macarena. ¡Para qué lo hizo! Se levantó una
protesta, por esa rivalidad del culto y oí decir muy seriamente: “¡Pero qué vas
a comparar, si la Macarena al lao de ésta no sabe ni peinarse…»
Y
todavía describiría el cronista las necesidades de los nazarenos de la
Esperanza de Triana por el cansancio del regreso. «Los
nazarenos van desmoralizados, descubiertos, con el capirucho bajo
el brazo han perdido el misterio. El que no se queda a reparar las fuerzas en
uno de los puestos de calentitos, se detiene a una operación que se
llama “matar el gusanillo”. A primera vista parece que es que beben
aguardiente. Pero si os informáis os convencéis en seguida de que los
que suponéis borrachos son hombres atacados de un gusano que tienen que matar.
Por que si no, se los comería…»
Una
curiosa crónica de un tiempo pasado, tan lejano y tan cercano, que merece la
pena conocer para analizar algunos comportamientos actuales y que remataba el
afamado cronista taurino, con dos capotazos que siguen
teniendo plena vigencia. Y que así sea: «Quien no pasó esta noche en
Sevilla, podrá conocer Sevilla, pero no conoce su espíritu, que sale a la calle
solamente la noche de las saetas, que es la noche más sevillana».