La Semana Santa es un fenómeno tan cromático que admite
todos los arrimos imaginados y aun otras que ni soñamos. Hace poco vi por las
redes sociales estas declaraciones que cuando un paso está en la calle, cada persona va a verlo según
sus gustos: por la banda que toca, quieren ver la artesanía, como acto social,
etc de barbaridades que por supuesto, también las estrictamente laicas o
folclóricas. Todo cabe en una fiesta construida por muchos actores durante
muchos siglos con el material de acarreo que hace las delicias de antropólogos
y etnólogos.
Quiero recalcar que cuando un paso sale a la calle sea
cristifero o mariano es para encontrarte con tu Fe. Un acto piadoso y espiritual
que la sociedad no sabe interiorizar por su perdida de valores en este nuevo
siglo donde todo cabe. Así robándole el alma cristiana de la pasión o las
glorias y quedandonos una celebración vacía, un envoltorio delicado y fragante
sin nada en su interior, una cáscara pueril.
Quien quiera escuchar música cofrade hay multitud de
conciertos, si te apasiona el artesacro hay miles de exposiciones, si quieres
historia, cultura, anécdotas sirven tertulias conferencias cada semana y todo
lo que rodea a nuestra fiesta mayor con un largo etc.
Por ello no molestes, no quitadle la intimidad a quien realmente lo
necesita con las imágenes a las que reza. Que por culpa de una amplia y cada
vez mayor algarabía, ignora y fastidia en conexión íntima y personal del cristiano
que busca su corazón llenarlo de esperanza.
Una
Semana Santa sin Dios -aunque sea para negarlo, como bien supo ver con
anticipación pionera Núñez de Herrera- es un sinsentido, se mire por donde se
mire. Sería nada más que un espectáculo sensorial sugerente, un carnaval para
turistas deseosos de vivir una 'experiencia' cosmética incapaz de penetrar la
epidermis, una barroca composición multitudinaria trasplantada como una rara
orquídea de invernadero. Pero carecería de vida, le faltaría el espíritu que
cuida, anima y vivifica.
En unos días…concretamente el 18 de diciembre es la fecha
de las Esperanzas. Con ello, vale cada año para poner el reloj en hora y
empezar una cuanta atrás donde realmente se proclama la pasión, muerte y resurrección
de Dios. Busca en las entrañas de tu ser entablar tu búsqueda cuando poses el
beso en su mano.
Ya queda menos. En el interior de tu ser, se confunden los
silencios, se atropellan las palabras, resucitan los rostros de quienes nos
acercaron por primera vez a nuestra Fe, adiestrando ese sentimiento que se
nace, se reproduce y nunca muere, en el alma del verdadero cristiano. Esa
ensoñación recuperada, nos devuelve, aún solo por esos momentos, las risas y
los gozos, las miradas y los gestos, las caricias y los besos. Sentimientos de pasión.
Con sencillez y candor de unas lágrimas que rodaban por las mejillas, que son verdaderas
encíclicas del sentir, de la piedad y el amor que profesamos con la
Bienaventurada llena de Gracia.
Añoranzas
de otros tiempos donde se vivía de forma verdadera con el símbolo claro de
nuestra pasión, nuestra Fe. Nostalgia la que nos vence, que hoy día todo vale con protagonismos profanos mostrando
su poderío. En voluntad del futuro saber mirar al pasado para transformar un futuro vacio.
Sobre los raíles de la emoción debe volver la
Semana Santa sin buscar el afecto efecto desmedido despeñándose por la ladera
de la indiferencia. Que vuelvan los instantes que se quedaron prendidos en la
esquina de esta Ciudad donde se llenaban de Fe. Que sepamos medir la cantidad
justa y erguida sin prisas por recuperar la nave del pasado que fondeada en el
mar de esta tierra como única, donde todo envolvía para un mismo sentir
cristiano, llenando las ilusiones que comenzaban a fundirse en la fragua de la
juventud.