Hoy he vagado, aprovechando del tiempo que regala tan generosamente con
estos días tan largos, por los rincones y plazuelas de una ciudad imprevista, que
se presentada a mi añoranza, vistiéndome de melancolía por la estrechez
infinita de calles donde cabe el mundo en la envergadura que delimitan mis
sueños. He gozado con la garganta presa de los callejones que iban abriendo al
recuerdo comprimido, hecho un nudo y mil instantes que me erizan la piel, donde
las filigranas de unas rejas retienen los clamores de una declaración de amor,
confesiones en forma de pétalos tal belleza claveles que curiosos se asomaban
al pretil de un tiesto o prendido en el pelo ondulado de una joven ruborizada
por un beso furtivo y robado.
De
manera inesperada, llego el verano mezclado en una suerte de hechizo, embrujo
provocado por un torbellino de sensaciones que se habían asentado en mi energía
tras un largo invierno, incluso ocultándolas, que puede ofrecer un paseo por donde
quedan anillos de vida, suspiros de anhelos prendidos del sosiego y conmociones
que llegan envueltas en el celofán translucido y nítido del silencio para
revitalizar recuperando el calor de una bella sonrisa.
Ahora llega el tiempo de novilleros en el coso del baratillo, tiempo no descontado
por las necesidades valiosas, siempre rodeadas de vivezas, júbilos y
desasosiegos que procuran robar las horas al reloj, como si no existiera el
tiempo. Novilladas sin picadores que
asoman por el horizonte de Sevilla. Candidez de la fragua sentimental donde se
moldea la esencia de la ciudad habitable, vuelvo con el amargor del abandono al
ámbito que destroza la juventud que se mostró de manera tan sorpresiva. Mientras
la multitud de Sevillanos busca la playa, la esencia de nuestra ciudad saborea
mejor, solo para los pocos agraciados que calurosamente se atreven a
desgustarlo. Como si fuese, que lo es, una de las mejores catas que te
invitasen. Así que déjame "aquí plantao" aún teniendo conciencia de
su existencia, que hay sitios más agradables a los eternos días agobiantes de
fuego derritiendo nuestro ser.
Como si fuese una buena faena del coso maestrante, no pienso negarme a ir
buscando otros derroteros de costas Andaluzas, sigo aquí dando una trincherilla
como epilogo de faena. Pero no me voy, sigo con el "no me ha
dejado". Ramificar este oculto pensamiento
que nos trae el aire más cálido de Sevilla, no es más que la grandeza que sentimos por esta ciudad de
seguir soñando con culminar con una buena estocada. Son tiempos de novilleros,
que el aficionado Taurino debe tutelar y apadrinar para no perder lo antiguo,
enseñando tal hábil trincherilla a los mas jóvenes de la vieja Híspalis. Nos
quedaremos pocos por las
exigencias climatológicas de veranos calurosos, donde los jardines y plazuelas serán
para nosotros testigos, en noches de fragancias con damas de noche, buganvillas
que se deslizan por la caliza, mientras escuchamos de fondo el canto de un
canario cuando la mañana comienza a despertar unas nuevas ilusiones.
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