Una vez más , se rompieron los sentimientos, una vez más
miramos la luna y buscamos las tertulias para fraguar los conceptos, sus
horarios, el tiempo y los recuerdos. Imponemos nuestro pensamiento de no, a las
malas cabañuelas. Buscamos fajarnos en algún costal imaginario o de tela.
Simplemente colocarnos el costal de la memoria.
El mal tiempo solo lo
queremos en forma de abrazos, para rompernos a llorar por buenos momentos. O quizás la lluvia se hace
presente, en forma de llanto. Solo esa lluvia. No más que os voy a llamar. Llamar
a ese agua, aihh ese agua, que ahí, cae de la mejilla. Ese sí que nos rompe.
Despierta truenos en forma de llantos. Ahora que es época, de pronósticos, con
tilde de meteorológia.
El regazo de la paciencia hace apretar los dientes simulados
del cofrade por todo el devenir de adviento que nos tercia. Este sol nos baña a
los sedientos con la nueva buena. Este sol nos bautiza sin que lo sepamos de
todo lo que nos espera. Este sol de difuntos con nombre de noviembre. Sale el
sol y los sentimientos hacen sus primeros brotes. Brotes de adviento.
Brotes que se reflejan en esa cruz de plata, del que amaestra
y motiva, del que besa porque siente, de los que se rompen las rodillas para
sacarla, de los pequeños monaguillos que te abrazan sin saber bien lo que pasa,
de los que piden paz y unión, también mora en los anónimos nazarenos, lo que
duerme entre columnas de mármoles (que todo lo callan), seguir rezando con los
pies bajo un paso de plata, respiraderos que dan aliento...alimento del que
sana. Esperar el nacimiento de nuestro Dios.
No hay nada que entender, solo deshilachar mis palabras,
dejarte llevar y acariciar las señales. Es la espera que nos queda, de un
tiempo que es el todo, mas vida en ella lleva. Con imaginarias notas musicales
de un pentagrama. Dale color a esas líneas, empecemos ese cimbreo y escuchar en
nuestro interior ese corazón cofrade que nos habla. Porque a los que creemos,
nos gusta sentir la primavera desde la distancia, hasta que llega el parasceve
que todo lo calla.
Bendito esplendor de abril cuando nos abarca, con pedacitos
derramados, tirados desde las ventanas, que se siente en la textura de su voz,
suave en la mañana. En los pies descalzos, en la voz de un duende que hace
tronar las gargantas, en las miradas de ilusión, sentir el beso del que te ama,
padres que solo quieren que comprendas lo que pasa, que te abraces a la cruz y
hagas lo que hagas, nunca dejes de mirarla, desde tu infancia hasta que las
piernas te fallan.
No hay que juzgar, ni explicar lo que ocurre, ni hacer razonar
a nadie de los que nos pasa, de aquellos que son ciegos a entender las
palabras. Queriendo ser mas ciegos que aquellos que no ven, pero sienten el
racheo cuando pasa. Sigue sintiendo y ante los que no creen, Calla. Sigue tu
cruz, esa que siempre nos lleva al alba.
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