miércoles, 10 de febrero de 2016

Cuaresma, añoranza y tonto de Capirote

Siempre un miércoles de ceniza el recuerdo de nuestras  abuelas buscando en la despensa esos tarros de miel con la imagen de la Virgen del Carmen,  llega ese día en el que ya no falta en la encimera el plato con las torrijas, nos dice que estamos en la fecha.
Siempre un miércoles de ceniza, cuando el sacerdote nos recuerda que polvo somos y en polvo nos convertiremos. Nos azota un poco el frio recordando que aun es invierno en el mes sofrió de febrero, es el momento de las camareras que se afanan en vestir a sus dolorosas de la forma más bella y menos lujosa posible, siempre hebrea. Cuando la corona de oro deja paso al aro de estrellas plateadas. Cuando diariamente escuchas tertulias intensas en cualquier taberna de tradición e incluso en la tele o radio buscas programas cofrades con mas ahínco. Cuando la túnica permanece durante semanas aireándose tras dos años sin vestirla. Cuando los naranjos se engalanan de flor y fragancia de azahar para recibir la primavera. Es entonces cuando comienzas a percibir que antes de que te des cuenta, la ilusión se habrá transformado en añoranza.

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    El rancio se comporta como tal durante todo un año, pero cuando llega estas fechas sufre la última transformación. El rancio adquiere todo tipo de profesiones. Es meteorólogo desde antes de un mes del Domingo de Ramos, e intenta que sus otros compañeros meteorólogos sean más bien adivinos, con preguntas tales como: ¿A qué hora va a llover? ¿Cuándo va a dejar de llover? ¿En qué calle va a llover? ¿Va a llover mucho?; en estos días, todo el mundo entiende de meteorología y toda profesión paralela para hacer dicotomía con los demás amigos cofrades que se tercie.

El rancio también es adicto al callejero, se traza cada domingo y resto de semana el itinerario perfecto para “no dejarse un besamanos atrás” o no perderse ninguno de los tres traslados que coinciden a la misma hora, pues en algún momento sueñan con ser el mismísimo Dios, para poder estar en todas partes. El rancio también es vestidor, opina y critica sobre lo bien o lo mal que está vestida cada dolorosa con los atuendos de hebrea; aunque quizás esta profesión crítica pueden que la desarrollen incluso durante el resto del año. El rancio también es músico, prioste, florista, etc., pero siempre desde el respeto. El rancio se comporta como tal todo el año entero y no solo ahora, aunque en estas fechas lo haga con más intensidad.
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    No confundamos pues, su figura, con la del nacido el mismo miércoles de ceniza, la del tonto de capirote. Es el típico “capillita” que se convierte en tal el mencionado día y se deshace del adjetivo el domingo de Resurrección.  El resto del año no acude a una procesión de gloria, ni a un concierto, ni a un altar de culto ni tan siquiera a una Iglesia, a no ser que se case su prima o no va al abono taurino el resto de temporada. Pero cuando llega estas fechas el chiquillo es el que más entiende de Semana Santa y Toros, es el “tío” más cofrade del mundo, y el mas entendió del mundo de la tauromaquia; El que más sabe sobre todo de (flores, costaleros, música, altares, etc), el que más pasos saca, el que el resto del año no se ha acordado que existe Dios y su madre, pero que ahora acude hasta al traslado de los ciriales liados en plásticos desde la casa hermandad a la Iglesia, siempre con el pin de su tan querida hermandad aunque no aparezca por ella nunca. Hace el reajuste de carteles, de los posibles toreros y novilleros que vienen este año al coso del Baratillo, asumiendo su verdad única y en definitiva, es un “tonto de capirote” y que no es muy complicado de identificar, y acude allí donde más fuerte y flamenca suene la corneta…en pocas entradas de silencio lo verás, pues el chiquillo si no dice ¡ole! después del solo de corneta no se queda tranquilo. E incluso sentado en el coso Maestrante sabe mejor que el torero como hacer la faena, sin ni siquiera saber cómo se coge la muleta o el significado que tiene el estaquillador en la misma pieza. Y fíjenseme Ustedes, es fácil definir pues es el opuesto al rancio, ellos van de modernitos queriendo vivir Sevilla. Pero hay mucho en común entre ambos términos, tanto rancios y modernos, que lo sienten viven con un sello clásico y unos rituales muy parecidos  como poner todos los días de cuaresma incienso en su casa, ha de gastar el incienso que compró el año pasado. En definitiva todos de algún modo, somos tonto del capirote.

    Es este, sin duda, uno de esos momentos en los que una persona cofrade y taurina  por derecho se da cuenta de que un año ha transcurrido, con todas sus consecuencias. Porque de forma miscelánea y conjunta, uniendo sus pasiones religiosas y taurómacas, los rancios llevan al límite la cuaresma. También asisten a toda entrega de premios Taurinos y charlas coloquio donde algún Torero ha sido premiado. Analiza la temporada taurina pasada y lo que ha de venir en breve después de una semana intensa.
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Uno de esos momentos en los que se da el extraño fenómeno de que antes de empezar comienza a acabarse, qué razón tenemos aquellos que el propio miércoles de ceniza decimos eso de “esto se está acabando”, puede que tengamos hasta razón, aunque seamos demasiados “jartibles”. Siempre la misma estampa, año tras año. Siempre la misma hermandad en el mismo sitio. Siempre suena Rocío con La Paz en el Postigo. Siempre se escucha el mismo crujir de la madera del paso de Cristo de Burgos. Siempre vuelven los nazarenos al escaparate de La Campana. Siempre habrá niños jugando en la rampa del salvador. Siempre verás esa subida al paso el Domingo de Pasión. Siempre mantiene “su tipito” la Canina y siempre nos sorprende nos sorprende en la barra de algún bar, la voz en alza de algunos aficionados recordando faenas taurinas vividas y toreros que siguen fuera del cartel. Siempre brota el azahar. Siempre empieza. Y siempre acaba.

     
Momentos en los que como si de una proyección de diapositivas se tratase, se proyectan en tu memoria imágenes del año que se acaba de marchar ante la nueva Semana Santa, Domingo de Resurreccion abriendo el mundo Taurino con nuestras Fiestas Primaverales cargadas de colorido con muchas cosas que habrán cambiado, unos problemas se habrán ido  y quizás otros mucho más densos habrán aparecido. Siempre llega la Cuaresma para aliviar el dolor, para percatarnos y hacernos ver a ese hombre que va con la cruz al hombro,  no es el único que hace sufrir una cruz en el hombro y en el corazón día a día. Un suspiro entre tantos problemas. La Cuaresma no borra, pero no sabemos lo que tiene, que durante esos días quizás lo haga todo un poco más llevadero. La Cuaresma seguirá igual, continuará siendo la misma, pero tú habrás cambiado y seguiras cambiando, pero tu concepto rancio nunca quizás sea diferente. Unos ya no estarán y otros nuevos habrán venido. Lo cierto es que pasa un siglo y viene otro, pero Ella siempre se queda en esta ciudad Mariana. Un suspiro entre la agonía diaria. Un sueño entre tanta pesadilla. 

Cualquier noche de cuaresma, celosa de su belleza, o el resplandor del día el que florecía para aparecer más hermosa, desprenderse de las tinieblas que la rodeaba, en esta larga espera. Despropósito de la locura de un amor que se antojaba imposible y que ahora se puede tocar de nuevo con los dedos al llegar una nueva cuaresma. Se ataviaba vertiendo espesura de color que se apoderaba de la genialidad que desprendía. Nadie podrá quitarnos este momento.

El mundo es ancho y difuso, la vida…una semana.

Después de haber vivido intensamente cuarenta días de cuaresma.

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