jueves, 24 de octubre de 2019

La noche de las saetas

Los amaneceres del Viernes Santo hace casi un siglo. No es cuestión de relativismos, flaco favor haríamos a la Semana Santa, pero nunca está de más mirar al pasado para saber afrontar el futuro.
Año 1923. Tiempo de inestabilidad política que acabaría desembocando en la dictadura de Primo de Rivera y tiempo de eterna espera de la Exposición Iberoamericana. Tiempos de reinvención de la mejor Semana Santa y tiempos de crónicas libres por un periodismo que llegaba a crear la mejor literatura al olvidarse de estrenos, coreografías del costal y relojes y tiempos de paso. Generación del 27 anticipada y crónicas que, desde fuera, llegaban a entender algo de lo de dentro.
Página en ABC del 3 de abril de 1923
El martes 3 de abril, el afamado crítico taurino Corrochano, que llegó a asistir a la muerte de su admirado José Gómez Ortega “El Gallo”, Joselito gran propulsor de la Hermandad de la Macarena y que en estos días la familia de “Sanchez Mejias” cuñado del diestro, ya que Jose no llego a tener hijos, han entregado la túnica que vestia cada madrugada del Viernes Santo. “El Gallo” enterrado en el cementerio de Sevilla, se erigió un monumento como panteón El grupo escultórico se considera una de las grandes obras de Mariano Benlliure. La obra realizada en bronce y mármol de Carrara, representa el cortejo funerario del torero. El cuerpo del difunto, que es portado a hombros en su féretro, está tallado en mármol para resaltar así la figura del torero. El resto del trabajo en bronce parece ser moldeado en barro.
En la escultura aparecen representados diversos personajes de la época como Rafael Gómez El Gallo, hermano de Joselito, su cuñado Ignacio Sánchez mejías (ambos enterrados en el mismo lugar) así como Eduardo Miura , lo que constituye una licencia del autor , toda vez que el mismo falleció tres años antes que el torero. En la parte frontal, precediendo al féretro una mujer porta entre sus manos una miniatura en bronce de la Macarena, Virgen de la que el torero era muy devoto. Y la Virgen Macarena  vistió de luto el día de su muerte, siendo la primera vez que una dolorosa cubría luto por una persona.
También cuenta la leyenda, que en tiempos de guerra, fue allí llevada la Macarena y enterrada o guardada, para que no sufriese la quema que se producía en las diferentes Iglesias de la capital. Fue llevado por el cuñado Joselito El gallo “Ignacio Sánchez Mejías” en una furgoneta de mármoles. Así mismo quiere la hermandad de la Macarena coincidiendo con el aniversario de la Muerte de Joselito El gallo, levantar en  2020 un monumento junto al atrio de la Basílica, con la figura de José mirando a lo que era su casa.

Corrochano firmaba en ABC de Madrid años después de la muerte de Joselito “El Gallo” una curiosa crónica de la Madrugada (como impresionista, llegó a ser definido por José María de Cossío) donde mezclaba lo oficial y lo trascendente con lo pintoresco y lo popular. Un cuadro real de la Semana Santa. Titulado «La noche de las saetas», sus primeras líneas reivindicaban la importancia de la noche:
«Tiene Sevilla una traza inconfundible, de estilo propio, de marcada personalidad… Tiene un momento, la noche del Jueves Santo, que es lo más sevillano que hay en Sevilla. Esta noche se recuerda al ausente con la misma pena que se recuerda a un muerto: “Si estuviera aquí… Con lo que él disfrutaba esta noche”, y el sevillano lejos de Sevilla se entristece como el que le coge la Nochebuena fuera del hogar y sigue la ruta de la noche: “La una… Ahora sale la Macarena. Las dos… en este momento se apagan las luces y se abren las puertas de San Lorenzo para que salga el Gran Poder”. ¿Qué pasa en esta noche en esta noche para provocar estas nostalgias? Yo no sé lo que pasa; sólo sé que no soy sevillano y ya no podré pasar esta noche ausente de Sevilla.
Toda la noche es una sucesión de promesas, de torturas, de autosugestiones, de contrastes. En las calles estrechas de la Macarena, la Virgen ocupa toda la calle. Hay un desorden alegre que nadie pudo ordenar. Pasan amontonados grupos de capirotes verdes; luego, una larga espera; más tarde, los armaos con su arbitraria interpretación de los centuriones… tiene como contraste el encuentro con la cofradía del Nazareno del Gran Poder. Esta sale con puntualidad, en medio de un gran silencio. No le acompañan músicas, ni hablan los nazarenos -más de 600-que caminan solemnes, majestuosos, con el cirio al costado. La muchedumbre, que se entremezcla con la Macarena y corta el paso de la comitiva, no se atreve a interponerse a los nazarenos del Gran Poder. Les infunde un poco de temor supersticioso esa marcha decidida, rítmica, de avance, que caracteriza a los incógnitos penitentes de San Lorenzo…»
En otros párrafos, Corrochano describía las saetas «con más fervor que voz» y al cantaor «sobre el balcón de las Delicias, que se abre la camisa y con el pecho desnudo, las manos crispadas y el pelo sobre la frente va señalando momentos de la pasión con palabras ininteligibles…y se oye alabar “al mejo de los nacíos” “al de los tormentos dobles y cuerpo apuñalao” “al que va caminando con sudor frío y descalzo…”»
Saetas carcelarias desde la prisión del Pópulo a la Esperanza de Triana, que inspiraron las mejores marchas desde el interior de una cárcel donde se podía oír «Carcelero abre la puerta, no nos escapamos, nos viene a visitar quien también pasó tormentos…»
Pero la madrugada es noche. De liturgia profunda y festiva al mismo tiempo. De excesos. Y hasta de humor. «Este año uniformaron a la Guardia municipal de manera suntuosa; los dorados entorchados, nuevos y flamantes, han llamado de tal manera la atención, que a estos guardias los llaman guardias de cuota. Un borracho alborotador se vio amonestado por uno de estos guardias, y volviéndose al público, dijo: “parármelo, parármelo ahí, que le voy a cantar una saeta…»
Exceso de alcohol y otras escenas que hoy serían impensables. La descripción de las burlas y la posterior bronca de los armaos fue interpretada posteriormente por el genial Andrés Martínez de León en una serie de dibujos que son todo un símbolo de la época. Trazos sueltos para interpretar la escena narradas en la crónica: «Los armaos tienen la vanidad puesta en su reluciente casco, rematado con un plumero, y en su coraza, y caminan mirando de reojo a la gente, a quien creen pendientes de ellos. La gente suele amargarles con lo que llaman puntaítas. Los armaos no pueden resistir las puntaítas. Unos chicos se reían del capitán, sin respeto a la coraza, ni a las diez plumas blancas del casco, ni a la espada del jefe de la Centuria. Harto el capitán de los armaos, y comprendiendo que su categoría no debía tolerar aquella situación, le dijo al corneta de órdenes: Niño, toca a degüello. Y cayó sobre los malandrines como hubiera caído Don Quijote. No hubo degüello pero sí muchos palos»
   

Una verdadera escena quijotesca que se completaría con rivalidades que acabaron convirtiendo el rezo cantado de la saeta en una auténtica canción protesta: «Una muchacha cantaba una saeta a la Virgen de la Esperanza de Triana. Como la de la Macarena también es Esperanza, se confundió, y a la de Triana también la llamó Macarena. ¡Para qué lo hizo! Se levantó una protesta, por esa rivalidad del culto y oí decir muy seriamente: “¡Pero qué vas a comparar, si la Macarena al lao de ésta no sabe ni peinarse…»
Y todavía describiría el cronista las necesidades de los nazarenos de la Esperanza de Triana por el cansancio del regreso. «Los nazarenos van desmoralizados, descubiertos, con el capirucho bajo el brazo han perdido el misterio. El que no se queda a reparar las fuerzas en uno de los puestos de calentitos, se detiene a una operación que se llama “matar el gusanillo”. A primera vista parece que es que beben aguardiente. Pero si os informáis os convencéis en seguida de que los que suponéis borrachos son hombres atacados de un gusano que tienen que matar. Por que si no, se los comería…»

Una curiosa crónica de un tiempo pasado, tan lejano y tan cercano, que merece la pena conocer para analizar algunos comportamientos actuales y que remataba el afamado cronista taurino, con dos capotazos que siguen teniendo plena vigencia. Y que así sea: «Quien no pasó esta noche en Sevilla, podrá conocer Sevilla, pero no conoce su espíritu, que sale a la calle solamente la noche de las saetas, que es la noche más sevillana».

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