viernes, 11 de septiembre de 2020

Que esta crisis valga

 Ya casi nadie habla de las cosas sencillas que hicieron grandes a nuestras cofradías.  Nadie habla, sosegadamente y sin la critica acervada, de palios ni de parihuelas que se resanan, ni de cera, ni de músicas por derecho. Todo es critica y destructiva, espero que esta crisis valga la pena para limpiar corazones pues se revierte a la reprobación y el reproche. 

Nadie habla pacíficamente, ni retiene las imágenes en el corazón. Se manda y se obedece al son que impone esta nueva concepción de hermandad. El pasado puede quedar relegado al olvido. No es buena cosa. Las palabras no se las lleva el aire. No se debe secular el sentido primitivo, el origen popular de las cofradías, quitarle la identidad e imponer nuevas conductas. Hay sentimientos que van parejo a la propia vida de la hermandad. Es la noción del saber dónde y cómo se ha ido revitalizando la creencia de muchos, cómo se han instruido en la fe observando, participando de la propia cofradía en la calle. No todo vale. No todo se sustenta en esa mal entendida modernidad que tanto mal hace. Las cofradías solo necesitan ser lo que han sido, sin alteraciones rimbombantes, sin estos estrépitos que desunen y alejan a quienes comparten las mismas sensaciones. Siempre se han ido amoldando a los tiempos con naturalidad, sin estentóreas manifestaciones de sus gobernantes, sin entablar batallas para conseguir esas varas doradas, sin intentar alcanzar prestigio social. El culto, la formación y la caridad, en ese orden, siguen siendo las premisas primordiales por las que debe conducirse el cofrade. 

No, no todo vale. Las hermandades no son partidos políticos, ni pueden conducirse como ellos. En esta ciudad, durante el ultimo siglo, hace balanza el amor sobre el interés.

Se ha de buscar en el fondo del corazon que nos muestra la Semana Santa. Las túnicas prendidas, dispuestas para ser tradicion, esperando las andanadas de incienso que las perfumaran, que las empaparán con los signos de la nostalgia, de los recuerdos, con las oraciones que surcan la gran ronda en la tarde del Jueves Santo, no hay mas que darle el sentido religioso y entender el día más reluciente de la semana, no porque se obstine el sol en cubrir tejados y alfeizares con sus radiantes rayos, sino porque Dios se muestra en el corazón de los sevillanos en los sagrarios, recordándonos Su presencia entre nosotros, real y verdadera. Capas y hábitos merinos que envuelven la madrugada, escudos bordados y en oro y sedas, terciopelos retando a la oscuridad de la noche, expandiendo ese mensaje profundo, alegre y desdramatizado, que lleva implícita la Virtud que se abre en la Resolana y que recorre las calles para inundarla de Esperanza. Sandalias que cubren los pies de los nazarenos que enfilan la calle Castilla, mediada la tarde del Viernes, cuando ya Cristo alza la mirada al azul del cielo de Triana, y sus ojos vidriados, transparentes, van anunciando que está próxima la redención del hombre, la profecía del León de Judá, que vendrá para mostrarnos el mundo nuevo, la salvación que prometida.

Siempre el corazon hacia Vos.

Entender la tradicion en el tiempo.

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