El sur extiende sus obras y arte en las almas de todos los
hombres. Nadie puede quedar exento de su mensaje que se proyecta cada amanecer,
cada día. Porque es un motivo para encontrar la placidez del alma. En
concreto Sevilla siempre fue pionera en innovar y saber adaptarse a los
tiempos. Siendo eternamente creadora de estilos.
Los años nos van marcando el destino y en la situación que
vivimos nuestra tierra esta un poco inmovilista. Estos meses nos han cambiado
el ritmo de vida con nuestros ritos y costumbres. Pero la esencia, el barro,
esta para saber moldearlo. Adaptarse a las situaciones y sobreponerse de la
mejor manera para crear esa magia necesaria.
Últimamente veo poco el flamenco por las calles del sur donde
debería estar muy vivo y en constante simbiosis, donde siempre fue alma. La
tauromaquia un poco dormida con estas venidas, mas tentaderos abiertos y mas
festivales con publico reducido. Y las cofradías algunas haciendo el intento y
otras muriendo en el silencio. Se que la situación es difícil. Pero…¿Dónde esta
el ingenio? Como dijo el maestro Alejandro Sanz ¿Cuánto cuesta el fracaso?
Por ello hay siempre que morir en el intento. De innovar,
crear, solventar y transformarse sin perder el sello de tu ser. Quizás nuestras
tradiciones deberían estar mas a pie de la ciudad, del pueblo y su gente. Pues
como dijo el gran capataz Antonio Santiago las personas son las que dan la vida
a cualquier momento. Mas vida de las usanzas para no perder el habito. La
herencia y leyenda dándole perpetuo uso, para no perder el atavismo.
Principalmente Sevilla y el sur es cofradiera, amante de sus
cultos, pomposa en sus practicas que se convirtieron en fabulas de nuestra vida.
Hay que reivindicar la savia propia. Sin desvigorizar por momentos. Apostar por
hacer siempre que se pueda, pues se puede. Y es que en el sur mimbramos los
recuerdos, forjando el presente y no se debe quedar obsoleto.
Mientras tanto nos queda, en estos tiempos difíciles,
ser nazarenos anónimos con esperanza de amor. Recordando y viviendo por la ventana de los recuerdos aquellas madrugadas donde apenas se concilia el
sueño y ser esas mañana en su descanso alterado por un ir y venir del sopor al
duermevela, del amodorramiento a la vigilia. El tiempo parece haberse detenido,
estancado en las manecillas del reloj. Seguimos caminando como dijo el poeta,
cada uno con su cruz, mostrando estas épocas extremadamente lentas, provoca un desencuentro entre lo real y lo
ficticio, sin poder llegar a separar qué es cierto y qué mentira en aquellas
tinieblas que se obstinaban en alejarle de la dicha anhelada. El sur con sus
aldabonazos debe ser adelantada en mantener lo nuestro.
Convertir en un vergel de luz y colores,
mostrando los detalles superfluos que no atisbamos reparar, la traza dorada en
sus diferentes formas, el brillo exultante de la madera, el albor de los
visillos, filtros para moderar la intensidad de la luz en las vagas tardes del
verano, amortiguando la calima, y ahora columnas sedosas flirteando con las cuadrículas
de las ventanas, donde se recogían grácilmente en su sosiego.
El sur en especial Sevilla con el arribo de aquella primera luz del día, el desaliento
se fue diluyendo en la alegría, la falta de sueño se transmutó en incontenible
júbilo y con una agilidad taimada pocas veces expresada, como si un resorte mágico
le hubiera catapultado el mismo alfeizar, somos la ventana, donde el universo
se mira y toda la grandeza desprendida de los bastidores del cielo se mostra
ante la urbe.
Gran ventana, pequeña lumbrera de rosetón,
no hay que darle la espalda, pues son tiempos de conservar lo esencial y
mostralo. Diferentes leyes, recientes, en educación quieren cortar y separar
esa unión familiar y conceptos que almacenamos en el sur. En el raíz de las
cortinas hasta sutilmente recogida en la cintura, hay una sucesión recordando la
ceremonia de los mayores, devolviéndole la memoria a la memoria que habitó en
otros.
Cincela una sonrisa en tu rostro y busca a
cada hora dar el mejor presente abonado por tu pasado, toda una eternidad entre
tus manos, toda la vida en una semana, para contemplar y compartir las
sensaciones de la Semana Santa que se extiende durante los 12 meses, a deshojar
la sensibilidad que ya comenzaba a desmembrar en su conocimiento, implantándose
en el alma. El tacto de una mano que se aferró a la tuya para transmitirle el amor
de los amores, que se cobijaba en aquel templo inmenso, unido al tronco de la
cruz, dormido en su entrega sin límites, desenterrando de su memoria aquella
tarde de ensueño, la de aquel día que vistes tu túnica, donde se descubre la
Esperanza. Esperanza que eternamente se levanta como dijo, inmortal capataz Luis León, con un Ave Maria.
Pues la Virgen siempre se levanta ante las cosas puras y sencillas.
Nazareno anónimo de estos tiempos divagando por
las calles intentado sortear la escasez, aspirando al milagro. Pero nunca
sin perder la sonrisa, ni dejarnos someternos al desaliento. Descubriendo
la ilusión en el alumbrado multicolor, y recordando que hace un año la Virgen
de la Encarnacion estaba por las calles en estos días. Columna de humo del
puesto de castaña e incienso y nunca nos sentimos limitados porque aspirábamos
más que a la proceso de la felicidad. Recorrer las calles viendo los escaparates en
sus diferentes formas que tiene Sevilla, sentir el frío, virar una esquina y
sorprendernos con el canto de un villancico por un coro que se deleita en su
actuación más reconocimiento que la sonrisa complaciente de sus eventuales
espectadores, bastaba para entronizar la dicha. Intento recuperar ese
itinerario que la memoria me dicta, ese camino sentimental al que estoy unido y
que me hace sentir extraño cuando vuelvo sobre los pies de aquellas vivencias
que revocan mi edad y me convierten en el niño que disfrutaba y gozaba observándolo
todo de la mano de mi madre.
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