martes, 29 de septiembre de 2020

Zoco de sentimientos

 Octubre nos trae el viento recortando el tiempo, deshaciendo las horas que traen sueños y dolor de un verano, que se convierten en sustento de las penas. Otoño es la estación, inicio del todo. Todos los años septiembre pone el comienzo curso de actividades en la Ciudad de Sevilla, pero también el trayecto final del camino natural del año. Así parece envolver el aire en melancolía, esta estación que mantiene en vilo la nostalgia y alborozo, vuelve para desprender hojas en el alma y purificar la alegría. Son estas tardes pausadas las que contagian todas las sensaciones.  Nuestras almas, en los rincones de Sevilla cobran mas fuerza, con la intención de convertirnos en misticos, buscando despojarnos de la inocencia y recordarnos que la vida es una sucesión de hechos, situaciones, errores y advertencias sobre la elocuencia de la cordura y la necesidad de encontrar un sentido a la existencia para llegar a la felicidad.

Con el otoño llega el final de la temporada taurina, donde este año tan raro, se puede destacar al torero Juan Ortega y la ganadería Luis Algarra. Quizás estos hombres y nombres no sean tan comerciales del escaparate de su profesión, pero son paraísos en el callejón de las emociones, que debe el publico o aficionado encontrar o apreciar, desmenuzando en su paladar con el grito de lo mas profundo de su dolor. Porque hay que recordarle a esta sociedad que no todo lo que te ofrecen de forma publicitaria y comercial es lo mejor. Tu que me lees debes buscar el trago dulce en las cosas diarias, apreciando el valor de la pureza en cada momento. Solo así te sentirás mas libre y olvidándote de estar lleno, es como se llena tu ser.

     Son estos momentos los que nos hacen entender que la sensatez no es una sensación o un sentimiento, sino una contraposición palpable de la tristeza que conmueve las esencias de nuestro ser tras la pérdida. Una sensación que aturde nuestros sentidos hasta conmovernos enviándonos a un estado catatónico irreversible donde sólo el dominio de la serenidad hace posible la cordura o al menos retiene los instintos para sortear la locura.

Octubre también nos trae a Don Juan Tenorio que es el inicio del viaje a la ilusión, recordando su parte final como principio a otra historia o del mismo argumento... Llegan al lugar Centellas y Avellaneda, la presencia de estos dos viejos amigos hace que don Juan los invite a su casa a cenar junto con el espíritu de don Gonzalo, de donde viene la idea de haberse basado Zorrilla en El convidado de piedra de Tirso de Molina. Más tarde mientras se encuentran cenando, suena un aldabonazo y hace su aparición el espectro del Comendador, que acude con el objetivo de conducir a don Juan al infierno. Sin embargo doña Inés intercede y logra que ambos suban al Cielo entre una apoteosis de ángeles y cantos celestiales. Con ello en esa misma fecha tan señalada es la Virgen del Rosario de la hermandad de Montesión que este año no podrá salir al alba como hace cada 1 de noviembre desde hace 50 años. Un culto externo, uno de los más esperados en el calendario cofrade, que este año tendrá que celebrarse desde el interior del convento del Espíritu Santo. Será distinto, pero no menos especial. Se rezará a partir de las 8.30 horas de la mañana, junto a una eucaristía que dará comienzo tras el rosario.

 Contraste que no son frívolos, se complementan. Son ciclos que empiezan y terminan, según se miren en esta estación otoñal. Es la instauración de nuestros corazones  aun cuando la sombra de la parca se estampe sobre las paredes del alma y venga reclamando sueños que nos pertenecen.  En estos tiempos extraños nos esclaviza en la locura de la procesión del recuerdo e interna, una peregrinación de medallas ungidas por los años, de cordones que han quedado oscurecidos por las lágrimas que se vertieron sobre ellos porque quienes nos la impusieron ya no nos acarician aunque tenemos la seguridad que están pugnando, en los balcones del cielo.  Se asoma a las ganan en esta dicha porque está cerca vivir el ciclo, que es lo mas importante que llegar a una nueva Semana Santa. 

Me he abierto las puertas de la ciudad. No puedo evitar esa emoción. Busco la palabra Sevilla en cada rincón de esta Ciudad. Su gente, sus hermandades, callejones, cultura, ritos, vivencias e historia. Ya sólo ansío volver, con su azahar adelantado, acaricie los momentos, mientras camino por esas calles que guardan la grandeza de poetas, músicos, Reyes y viajeros que se prendaron de sus bellezas arquitectónicas y magnanimidad de quienes la hicieron grande para que otros pudiéramos soñarla mientras la vivimos.



 

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