martes, 3 de agosto de 2021

No vedar, no privar

 

En estos tiempos difíciles y confusos esta de moda prohibir. Todo lo que sean tradiciones buscan la manera de obstaculizar el intento. Como dijo aquel…dejad de prohibir en una sociedad que tiene mas libertad lo absurdo que lo cuerdo. Y así andamos.

Poco a poco van comiendo un terreno que era neutral, en post de politizar para llevarlo a su interés. Miedo me da de los más jóvenes que se están criando (sin darnos cuenta) sin nuestra cultura. Con ello desapego por las costumbres y frivolizando en la modernidad…sin conocer nuestra historia.

El cante jondo es hoy Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, esto nos da permiso y licencia para no prohibir el cante en cualquier taberna, donde siempre fue toman tres mostos o unas manzanillas e inspirarse en Manuel Torres o Camarón. Hacer tertulia del flamenco con sus vicisitudes. El cante es una maravilla y, en efecto, es parte de nuestra cultura musical y vivencial. A nadie van a callar en una taberna si canta como los ángeles morenos unas granaínas de Don Antonio Chacón o un fandango abandolao de Juan Breva, aunque tengan el cartelito donde se prohíba el cante. Mejor aun quiten los carteles…los tiempos han cambiado y todo se hace mas selecto.

Por fortuna, el cante lleva dos siglos en los teatros de medio mundo y los cantaores o las cantaoras son ya estrellas universales del género. Pero la afición debe estar en la calle. El pueblo no puede perder esta tradición, porque hasta hace pocos años aún había grandes artistas del cante jondo que se buscaban la vida en las ventas de carretera o tabancos de la Alameda sevillana o Jerez de la Frontera. Personas que vivían de eso, de las reuniones o simplemente aficionados.

El Niño de Fregenal, el Gordito de Triana, Antonio Sanlúcar o el Niño de Arahal se iban cada noche a diferentes tabernas. No se me olvidará jamás la noche en que vi al guitarrista Antonio Sanlúcar, durmiendo con la cabeza echada en la barra de madera de esta tasca a la espera de que lo mandaran. Recuerdo que fue Enrique Morente el último cantaor que cantó, y no es porque se estuviera buscando la vida, ya que era una primera figura y tenía una solvencia económica, sino porque vino a estrenar su Misa Flamenca en honor de Silverio Franconeti.

Si hablamos de tauromaquia, todo también son cortapisas. Buscan la manera de destrozar de un plumazo todo el legado de este antiguo rito. Ahora por tema de aforo y mil historias paralelas con la misma perspectiva. Erradicar la cultura de España. Ya lo han dicho múltiples artistas como Ramon Valle Inclán…Si nuestro teatro tuviese el temblor de las fiestas de toros, sería magnífico. Si hubiese sabido transportar esa espontaneidad estética, sería un teatro heroico como La Iliada... Una corrida de toros es algo muy hermoso.

Por ultimo el cosmos cofrade, en especial Sevilla, siguen poniendo mil trabas para no hacer culto externo. Alguna provincia Andaluza si pudo dar el paso y algún intento pudo realizar. Pero en la capital de Andalucía sigue la prohibición. Con el añadido que ahora tampoco se puede jugar a la pelota en las plazoletas de las Iglesias…otra tradición que inconscientemente hacia crecer a los mas pequeños alrededor de nuestras hábitos y rutinas.

Federico García Lorca así hablaba sobre nuestras tradiciones cuando aún no estaban abanderizadas con colores. “Los toros son la fiesta más culta que hay hoy en el mundo. El toreo es la riqueza poética y vital mayor de España. Nuestra religión es el avance de los pueblos de España para su unidad. Y el flamenco el sentir de nuestra expresión.

Quizás los tiempos están cambiando demasiado y de ello salen las versiones heterodoxas para los amantes de nuestras prácticas. Visiones que hacen comprobar desde otros prismas sin abandonar la esencia. Algún que otro delirio también necesario para lo que vivimos hoy día, pero nadie se atreve con la gracia y naturalidad de otros tiempos de romper la barrera del prohibir con elegancia de la chispa espontanea.

Busquemos la forma de nuevo de ser como el escritor literario Silverio lanza. Apóstol de letraheridos y bohemios. Escogió Sevilla como refugio anhelado de su libro “el año triste”. Sevilla simboliza muchas lecturas de contrarios, pero sobrevive por su esencia y cultura. Evoca todas las fiestas de forma dioicamente, descarada y transgresora. Mientras el pueblo de Sevilla sigue dormido sin despertar de la perversa actualidad que arrasa con lo suyo. En el libro mezcla peligrosamente lo sagrado y la juerga. Algo tan natural en el pasado siglo donde si se magnificaba el misticismo por lo nuestro.




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