viernes, 20 de agosto de 2021

Vestirse en Sevilla

 En esta ciudad todo se hace de una forma especial. Cualquier detalle por insignificante que sea, se realiza con sutileza. Sevilla sabe conservar el legado, las formas, el estilo, el duende y la magia envuelve los momentos.

Da igual cuando leas esto, pues si te vistes en Sevilla alguna vez lo sentirás. Y para los parroquianos mas de los mismo. La sensación de vestirte para Sevilla hace embrujo en nuestro ser.

Disimular con sutileza, pero el alma ensancha cuando realizas el rito de vestirte para la tradición de esta, tu ciudad. Rito y costumbre en todos sus ámbitos. Hay quien se viste de nazareno, mantilla, costalero, flamenca, rociero, taurino, tuno, de luces… o simplemente un día anónimo, pero para ti especial. Todos vuelan con la misma emoción…

Por la ventana comenzó a asomarse la mañana con esos colores característicos de la antigua Hispalis. Durante aquella madrugada apenas pudo conciliar el sueño y su descanso se vio alterado por un ir o venir del sopor duermevela, del letargo a la vigilia. El tiempo parecía haberse detenido y el transcurso de las horas, estancado en las manecillas del despertador que jugaban con su realidad mostrándose extremadamente lentas, sin poder llegar a separar qué era cierto e irreal en aquellas tinieblas que se obstinaban en alejarle de la dicha anhelada. Quizas los mil sueños de sentir de nuevo a Sevilla e idealizarla a su antojo.

Fue un destello mágico, como la fantasía que se concreta de improviso para hacernos felices. Primero fue el vértigo, lento y pausado, la nostalgia se había apoderado de toda la estancia en las horas previas. Después, vencida ya rotundamente, la claridad de la mañana fue anegando la totalidad del espacio hasta convertirlo en un vergel de luz y colores, mostrando los detalles superfluos, el viso dorado del aldaboncillo de la puerta del ropero, el brillo exultante de la madera barnizada, el albor de los visillos, pasadores, azulejería, azoteas y patios para moderar la intensidad de la luz .

Con la venida de aquella primera luz del día, el cansancio se fue diluyendo en la alegría, ensueño, sueño y soñado día se transmite con incontenible júbilo Desde la cercana parroquia llegaba el repique glorioso que anuncia la mañana.

Colgada del raíl del antiguo ropero o sobre la cama todo preparado, , aquel ropaje con el que se investirá, recordando el rito de sus mayores, devolviéndole la memoria a la memoria que habitó en otros, en poco menos de unas horas para la realizar lo más ansiado sentir Sevilla de nuevo, todo esto cobra más sentido después de esta pandemia que ha roto ritos de varios siglos.

Se cincela una sonrisa en su rostro que ya no habrá de abandonarle en siete días, toda una eternidad aquella mañana o tarde, toda la vida en un instante, para contemplar y compartir las sensaciones, a deshojar la sensibilidad que ya comienza a desmembrar en su conocimiento, implantándose en el alma.

Su entrega sin límites, reviviendo en su memoria aquella tarde o mañana de ensueño, la de aquel día señalado, en la que descubrió su pasión, sentir de nueva vida que requiebra doble si la que todavía te viste o te acompaña es con tu madre de la mano.

No es el tiempo, es la nostalgia la que nos vence, la que nos muestra su poderío y nos domina en el recuerdo. Los años solo son la consecuencia de nuestras aventuras, de la valentía conservando los ritos de forma ceremonial. No es la edad derramada sobre los raíles de la emoción, ni el afecto desmedido despeñándose por la ladera de la emocion, ni los instantes que se quedaron prendidos en la esquina donde te ví desaparecer. Eres tú conservando los sueños ante los hechos inesperados, la reacción del destino, por su albedrio y capricho, pretende interferir para transformarnos el futuro, para diseñarnos una existencia y esclavizarnos en sus afanes y voluntades. Cuando te vistes en Sevilla, dices si a las tradiciones. Y a nuestra forma de sentir.







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