martes, 13 de junio de 2023

Sevilla, eterna gracia

 

El alba y su liso recelo

Aroma que sueña con primavera

Nimbo para cada cosa

Que fija la medida precisa

 

Todo tan desmedido como lógico

y la blancura dibuja su fantasía

sobre las musas del desaire

saciado el amor como novela.

 

Se abre la luna de mi infancia

 Alumbrando fiestas en tradición

y el ramaje movible del arte.

 

 la piel de unos ojos en el verso

tibio cielo en la tarde, aquel año

Luciendo el capote del recuerdo


Sombra de añejo oro pulido.

 

Hoy es mi pasado, alejando lo preciso

remembranza al aire libre

el amor que este tiempo baila

Llevando el azogue en memoria.

 

Sólo quiero ver girar el arte

El silencio vistiendo la musa

La magia en sonrisa caudal

El son como loco imposible.

 

Oración de pardo vuelo

La sal bailando en fragancia

ese beso tan grande del duende

que sepulta lo ciego de mi pena

En la noche pasmada por ti.


Ahora que esta la ciudad sosegada y en calma, echo de menos todo lo vivido y otros tiempos. La ciudad nace eternamente cada mañana. Porque empieza la larga metáfora de la vida del hombre en la ciudad con sus tradiciones. En esta Sevilla tan eterna y con tanta vida hay, que hoy por la mañana es como si la ciudad embarazada saliera de cuentas, las cuentas del largo embarazo primaveral que han ido llevando los amantes de los ritos sobre los mostradores de los bares de nuestra ciudad.
Si echamos las cuentas de nueve meses atrás, veréis que la ciudad debió de renovar sus sueños una mañana de junio, con romero, cuando estaba Dios por la calle entre campanas. De tanto amor por nuestras cosas que hay en la mañana del Corpus habría de empezar a cobrar vida un ser en nuestro interior, para buscar con desdoble las musas de nuestras tradiciones.

Empieza el ciclo tan fugaz como la vida.

¿Sabéis por qué hay tanta vida en Sevilla? Sí, en parte porque Sevilla estrena la vida cada mañana para prepararse de sus fiestas, vivendolo en constante visperas. Todo está siempre preparado para que las plazoletas de los barrios estrenen las manos de albero dibujando un corazón. La ciudad estrena muchachas, las muchachas estrenan amores, los amores estrenan caricias, las caricias estrenan fragancias. Se avecina después el frio invierno donde nuestras abuelas nos enseñan el calor de la familia y sus sobores cuaresmales. Y mientras esperando en los barandales están los rojos damascos.

Ahora que la ciudad está sosegada y en calma, también me acuerdo de la memoria de los que construyeron este gozo. Lo alzo en bandera artistas como s maestro Farfán y suenan Campanilleros. Lo pongo sobre la silla del Pali en la calle Aduana y pasan las cuadrillas que tienen fuerza con gracia sonando una sevillanas. Lo pongo sobre los versos de Rodríguez Buzón y vuelven a mecerse las bambalinas por Caballerizas. La Sevilla en flor de José Andrés Vázquez, o buscando la verdad profunda de esta tierra con Antonio Núñez de Herrera, los pongo sobre la memoria de Manolito Sánchez del Arco. Juan Manuel Rodríguez Ojeda, y su revolución. La voz perdida por las calles del gran capataz Rafael Franco o Manolo Santiago, terminando con la Soledad en mi soledad de Joaquín Romero Murube.

Echo en falta en la sociedad actual esos valores inculcados por grandes artistas y la chispa, magia y arte del momento con personajes que pasaron a la historia y que en la sociedad actual no tienen cabida o se difuminarían por tener que ser todo tremendamente correcto y medido. Cuando Sevilla nunca tuvo medida y esa era su gracia.




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