viernes, 16 de noviembre de 2012

Quitan Quito

Un año atrás se anunciaba en la capital de Ecuador, en su coso de Iñaquito, corridas de toros sin muerte, resutado del refereéndum convocado por el Gobierno de la Nación que, mientras en determinados cantones, muchos de ellos a escasos kilómetros de la capital, mantenía la lidia y muerte en la plaza, en Quito se impuso por escaso margen la opción que mutilaba el rito y en virtud de ella se eliminaba la suerte suprema.
Y hasta allí se fueron un buen número de toreros españoles, alguno primera figura, mientras otros se negaron a participar en lo que consideraban negación de la turomaquia como rito sacrificial que culmina con la muerte del toro en la plaza. Quienes fueron (y determinadas voces de lo taurino) argumentaron, por contra, que de lo que se trataba era de mantener el fuego de la Fiesta a la espera de tiempos mejores. Aquella feria, que contó con menor asistencia de público, se vivió (según contaron las crónicas) con pasión reivindicativa tanto en el tendido como en el ruedo, como la cogida de David Mora quien, al reincoporarse felizmente sin herir, clamó ¡aquí se muere de verdad!. Gritos de libertad, pancartas, enfrentamientos, tensión... algo que, a oceánica distancia, recordaba y mucho los últimos años de la Monumental de Barcelona: el toreo distorsionado.
En aquellos días, quien esto escribe, recordaba que en el proceso abolicionista catalán hubo voces que pusieron sobre la mesa la misma opción ecuatoriana, es decir, la corrida de toros sin muerte en la plaza. Algunos, en el Parlament, llegaron a ponerlo por escrito y en un trís estuvo que no se sometiera a debate y si no prosperó fue porque desde el activismo de los aficionados catalanes (sí, de los aficionados) se les hizo ver que aquello no era sino un disparate añadido a otro.
En Catalunya estamos como estamos, ya saben, pero a la vista está que quienes cedieron en Ecuador (con la mejor voluntad, por supuesto) no hicieron sino contribuir a la aceleración de un proceso predeterminado y que nunca podremos saber si de haber optado por lo contrario (sin muerte del toro no hay corrida, no van toreros) ahora no estaríamos hablando del final de la feria quiteña. Las explicaciones de los responsables, entre ellos el español Sancho Dávila hablan de presiones de todo tipo, físicas incluidas, inevitables problemas económicas y, bajo y por encima de todo ello, la firme determinación del gobierno populista e indigenista de Rafael Correa de acabar con una Fiesta presentada (desde la manipulación más burda e interesada) como símbolo de la conquista española de cinco siglos.
Por cierto, aprovechando su estancia en Cádiz con motivo de la Cumbre Iberoamericana, alguien le debería hacer llegar el libro financiado por la Fundación José Tomás que hace unos día presentaron el autor, Guillermo Boto, y el propio torero, que explica algunas de las claves culturales de la Tauromaquia. Los toros como signo relevante de la cultura criolla estaba en la reivindicación que un numeroso grupo de intelectuales peruanos (Vargas Llosa, cómo no, pero también autores como Alfredo Bryce Echenique o el director de cine Francisco Lombardi, inequívocamente de izquierdas) presentaron, el pasado marzo, a favor de la Tauromaquia , muerte del toro incluida ( a la que añadir eso del impacto económico, que en una feria como la de Quito es de gran volumen) pero todo ello, como se acaba de demostrar, ha chocado con la dura realidad y la beligerancia del poder politico que, como en otros lares, disfraza sus autentícos objetivos: en este caso, los relativos a los intercambios económicos y los intereses de la Administración en ellos son de especial relevancia.
En un bucle que se repite, a la violencia de los antitaurinos ¿eh Anselmi?, estratégicamente situados en las esferas del poder político , deudor de vaya usted a saber qué pactos y con éste ocultando sus dictatoriales leyes bajo la máscara de una democracia prostituida, el toreo responde o desde la torpeza, tarde y mal. Ahora , desde el empresariado se clama por una unidad que, en su momento, cuando aún todo estaba por frenar, acaso por ganar, nadie supo dar el paso para conseguirla. Y , así, poco a poco, la Fiesta se desangra (Barcelona, San Sebastián, Venezuela, Colombia, Ecuador...) por las venas abiertas del cortoplacismo, el oscurantismo, la falta de voluntad unitaria, la nula capacidad de reacción y la endogamia de un sistema (el taurino) que o se reinventa o muere. Y la Fiesta con él.

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